Éste es uno de mis libros de cabecera. Si su contenido os
despertara la curiosidad, podéis encontrar algunos ejemplares en la Biblioteca Central de la Universidad Politécnica de Valencia / Carlos Izquierdo García.
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Me considero un lector apasionado,
así que con motivo del día del libro quiero
recomendaros la lectura de una publicación imprescindible para los amantes
del urbanismo, así como para quienes deseen descubrir por qué les maravilla
deambular por el centro histórico de su ciudad. Es un ensayo fácil de leer y
lleno de contenido, que me ha llevado
a mirar el entorno arquitectónico en que me muevo desde un nuevo punto de vista.
Se trata de Construcción de ciudades según principios artísticos, una obra de
Camillo Sitte que vio la luz en 1889 en Viena y que Emilio Canosa tradujo al
castellano en 1926. Se puede encontrar el facsímil de la versión española
dentro del libro Camillo Sitte y el nacimiento del urbanismo moderno, de George R. Collins y Christiane C.
Collins, editado por Gustavo Gili en
1980.
A pesar de que ha llovido mucho
desde que salió por primera vez de las imprentas, la mayor parte de su
contenido sigue siendo válido actualmente. Su autor opinaba que el ejemplo de
las ciudades del pasado era instructivo debido a las ideas que tenían sus
habitantes sobre el arte de vivir. Por eso, en esta publicación Sitte analizaba algunas antiguas ciudades
europeas bien conservadas desde la época preindustrial y consideradas bellas
por todos, con el fin de deducir una serie de principios capaces de poner fin a
la pobreza y aridez de la planificación urbana de su tiempo. Para él, el urbanismo no era un mero problema
técnico, sino un arte que había de llegar al corazón. Estaba enamorado
de las urbes históricas, entre las que su predilecta era Venecia. Yo, como leo
muy rápido, donde ponía Venecia entendí Valencia, así que a continuación
expondré algunas de las conclusiones obtenidas por el austríaco, ilustrándolas
con ejemplos de mi localidad ;)
Teniendo en cuenta la fundación romana
de Valencia, es lógico que responda al
modelo de las ciudades del Sur de Europa que Sitte analizó y calificó como
herederas de las disposiciones urbanas de la antigüedad. Comparte con
dichas urbes el deseo de reunir los edificios más relevantes en ciertos puntos
principales, que servían de marco para las fiestas públicas y que estaban
adornados con fuentes, monumentos y estatuas. También tiene en común con ellas
la distinción entre la plaza principal, que en la ciudad del Turia estaba ubicada
sobre el antiguo foro y era continuadora de su tradición, y, por otra parte, la
plaza del mercado. En Valencia el espacio principal aglutinaba el centro
religioso, así como el civil y estaba comunicado con el corazón comercial a
través de un vial coincidente con el decumano romano: la calle Caballeros.
La plaza de la Virgen fue la más importante de Valencia siglos
atrás. Era el centro religioso y civil, al recaer en la misma la catedral y la
Casa de la Ciudad, que se alzaba sobre el jardín visible a la derecha de esta
foto / Carlos Izquierdo García.
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Al hablar sobre las plazas del mercado típicas de la Europa meridional, Sitte decía que era habitual que contaran con una fuente. Ese detalle también se cumplía en el corazón comercial de Valencia, aunque dicha fuente ahora refresque el paseo de la Alameda. El autor austríaco se lamentaba de que estos espacios urbanos, en donde los vendedores montaban sus puestos, estuvieran perdiendo parte de su carácter al encerrar el trasiego de los comerciantes "en las jaulas de edificios cubiertos" / Carlos Izquierdo García. |
En cuanto a las plazas, este
autor defiende que los viandantes no se
suelen encontrar a gusto en las gigantescas plazas abiertas de los barrios
nuevos, a su juicio más parecidas a explanadas para ejercicios militares
que a espacios urbanos. Además, denuncia que sus enormes dimensiones
ridiculizan a las edificaciones que las flanquean y dejan en evidencia a los
monumentos que las decoran. En su lugar, los
transeúntes prefieren los espacios urbanos de escala más reducida, donde pueden
caminar tranquilos y a resguardo. De la observación de las ciudades
preindustriales, concluyó que los antiguos lograron que las plazas fueran
confortables evitando el cruce de dos calles en cada ángulo, un principio que
daba lugar a una disposición de calles afluyentes en forma de turbina,
consiguiendo una mayor continuidad en los frentes recayentes a la plaza y
reforzando el carácter cerrado del espacio urbano. En Valencia hay buenos
ejemplos de estas plazas tradicionales, como son la plaza de Conde de Carlet, la
del Correo Viejo, la del Dramaturgo Fausto Hernández Casajuana, la del Milacre
del Mocadoret o la del Negrito.
Tres agradables plazas del casco antiguo. Como se aprecia, rara es la ocasión en la que se cruzan dos calles en los ángulos de estos espacios urbanos tradicionales / Carlos Izquierdo García. |
Plaza Conde de Carlet, una plaza cerrada cuya fuente se ubica allí donde no supone un impedimento para el tráfico / Carlos Izquierdo García. |
La plaza del Correo Viejo, mi favorita por ser un remanso de tranquilidad a pocos metros de la ajetreada calle Caballeros / Carlos Izquierdo García. |
La plaza Milacre del Mocadoret es un caso modélico de plaza con sus calles y su pasaje afluyentes en turbina / Carlos Izquierdo García.
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La plaza del Negrito, otro recoleto espacio urbano situado a
un paso de la calle Caballeros / Carlos Izquierdo García.
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Considerando la relación que se
establece entre los espacios urbanos y sus edificios dominantes, él dedujo que había dos tipos de plaza: las de
profundidad y las de anchura. En el primer caso, el inmueble principal se
desarrolla principalmente en altura y ocupa uno de los lados menores de la
plaza. En la segunda situación, la construcción más importante tiene una
fachada apaisada y se ubica en uno de los frentes mayores recayentes al espacio
urbano. Hay veces en las que una misma
plaza con dos edificios relevantes puede ser simultáneamente de profundidad
respecto a uno de ellos y de anchura en relación al otro. Un buen ejemplo
de estos espacios urbanos mixtos es la plaza del Colegio del Patriarca, que es
de profundidad respecto al campanario del seminario y de anchura respecto a la
universidad.
En la plaza del Colegio del Patriarca contrastan la verticalidad marcada por el campanario del seminario y la horizontalidad de la amplia fachada universitaria / Carlos Izquierdo García. |
La marcada irregularidad de esta plaza queda bastante disimulada al ver este espacio en vivo / Carlos Izquierdo García.
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Camillo Sitte admiraba el talento con el que nuestros predecesores combinaban varias
plazas. En el libro describe, fascinado, la relación que se establece
en Venecia entre la piazza di San Marco
y la Piazzetta. Salvando las
distancias, en Valencia también existe una magistral conexión entre el
ensanchamiento de la calle Palau en su llegada a la catedral y la plaza del
Arzobispo. El encanto de este cruce está en que la dilatación de la calle Palau
actúa simultáneamente como plaza de profundidad del cimborrio de la catedral y
como plaza de anchura del Palacio Arzobispal, mientras que la plaza del
Arzobispo es claramente de profundidad respecto al edificio señorial que
alberga el Museo de la Ciudad y también de profundidad en relación a la portada
del Palacio Arzobispal.
Esta es la acertada conexión entre la
calle Palau y la plaza del Arzobispo. La belleza de ese primer espacio urbano
radica en el desarrollo horizontal de la fachada del Palacio Arzobispal, cuyo
contrapunto es la verticalidad del cimborrio de la catedral / Carlos Izquierdo
García.
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La plaza del Arzobispo es de profundidad por partida doble.
Además, es un buen ejemplo de otro de los principios planteados por Sitte: la
irregularidad de las viejas plazas solo se nota en el plano y pasa inadvertida
en el natural / Carlos Izquierdo García.
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Respecto a los templos, Sitte señala que en el Sur del continente, salvando
las catedrales, no se solían emplazar
aislados en el centro de algún espacio urbano, sino más bien adosadas a otros
edificios, empotradas en alguna manzana, de tal manera que se generaba una
plaza amplia e interesante delante de la puerta principal. En ocasiones,
los espacios vacíos hoy día existentes junto a los templos son el resultado de
la supresión de los cementerios parroquiales, que en el pasado eran zonas no
edificadas que ofrecían buenos puntos de vista de los templos. Según el
austríaco, la posición adosada de las
iglesias respondía a criterios perspectivos y económicos: por una parte se
conseguía un espacio análogo a la escena de los teatros, donde poder retroceder
para contemplar la fachada, que ocupaba el fondo; y por otro lado suponía un
ahorro a la hora de construir y decorar las fachadas, ya que al estar el templo
incrustado, tenía menos frentes que ejecutar. Para apoyar su teoría, este autor
sacó una estadística sobre la situación de las iglesias en Roma, una urbe muy
representativa dada la colección de templos que reúne. Los resultados fueron
muy reveladores: de las 255 iglesias que existían, sólo 6 se encontraban
exentas. El emplazamiento empotrado también era común en Valencia, donde las
iglesias se situaban mayoritariamente en esquina, realzando su carácter
monumental, o, en menor medida, separadas del vértice pero con fachada a la
calle más importante.
Santa Úrsula, una iglesia en esquina que gozaba de gran
visibilidad desde la calle que discurría junto a la muralla / Carlos Izquierdo
García.
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La iglesia de la Santísima Cruz era un buen ejemplo de los templos con fachada recayente al espacio urbano más importante. Actualmente se trata de una iglesia en esquina, pues se demolió un inmueble que se adosaba a ella por su derecha y que cerraba la plaza que preside. Es una experiencia agradable llegar allí por la calle Palma, cuyo fondo de perspectiva es su monumental fachada retablo / Carlos Izquierdo García. |
También
se posicionó Camillo Sitte contra la moda del momento de aislar los monumentos con el
pretexto de realzarlos, pues a su parecer esta práctica desvirtuaba la visión
de las obras creadas por los maestros antiguos. Un ejemplo desafortunado de
esta práctica en nuestra ciudad sería el esponjamiento en torno a la catedral,
conseguido mediante el ensanchamiento de la plaza de la Reina (que eliminaba la
perspectiva de la portada barroca desde la calle Zaragoza y cambiaba la
percepción de la catedral, empequeñeciéndola), la ampliación de la plaza de la
Virgen, la demolición de los edificios adosados a la seo en la calle Miguelete
y la reciente creación de la plaza de la Almoina sobre un solar antiguamente
edificado.
La plaza de la Reina, en su dimensión actual, así como la plaza de la Almoina, son fruto de las operaciones de esponjamiento llevadas a cabo en torno a la catedral / Carlos Izquierdo García. |
Otro
de los principios artísticos que admiraba Sitte era el efecto perspectivo de
cerrar el fondo de las arterias con obras de carácter monumental. Este
recurso también está presente en el centro histórico de Valencia, en algunos
ejes como la desembocadura de la calle Caballeros en la plaza de la Virgen, la
calle Comedias o la calle de la Paz.
En esta zona existen dos impresionantes perspectivas, que tienen como fondos el campanario de Santa Catalina y la torre de Santo Tomás y San Felipe Neri. Este segundo templo es un ejemplo perfecto de iglesia adosada y en esquina, mientras que el espacio urbano que lo precede es una plaza en turbina casi de libro. No he destacado las demás iglesias existentes en este entorno, para facilitar la lectura del plano / Carlos Izquierdo García. |
Exquisitos efectos perspectivos en las desembocaduras de la calle Caballeros, de la calle Comedias y de la calle de la
Paz / Carlos Izquierdo García.
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Una
idea extendida con la que Sitte deseaba acabar, era que el mejor emplazamiento
posible para los monumentos y fuentes era el centro de la plaza. Él
defendía que esa era una de las ubicaciones posibles, pero no la única y, normalmente, tampoco la mejor. Se
mostraba más partidario de enclavarlas como se hacía tradicionalmente: en los
lugares libres del tránsito, que solían estar próximos a los bordes de dichos
espacios urbanos. Un ejemplo del emplazamiento desfavorable de esculturas en
Valencia es el monumento a Vinatea, situado en un punto más o menos central
de la plaza del Ayuntamiento. En medio de ese espacio urbano tan inmenso, la
estatua queda totalmente ninguneada, a pesar de tener un tamaño bastante
superior al natural. La ausencia de un fondo no favorece en absoluto su
contemplación y tampoco el hecho de que esté encarada hacia los conductores que
diariamente la bordean apresurados, pues hace que dé la espalda a los
transeúntes que deseen detenerse a homenajear al personaje. Y es que
no hace falta más que ver la escala de la plaza para darse cuenta del grandioso
tamaño que ha de tener cualquier escultura que se ubique en su centro y que
aspire a resultar acorde a la misma. Exagerando bastante, diría que la plantà del monumento fallero de la plaza
del Ayuntamiento nos permite imaginar de qué dimensiones estamos hablando.
El monumento a Cervantes me parece un ejemplo acertado de
ubicación de una escultura. Se encuentra frente a un grupo escolar dedicado al
escritor y su visión es adecuada, porque goza de un fondo que realza la figura
/ Carlos Izquierdo García.
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Esto son algunas de las
conclusiones a las que llegó Sitte en su ensayo. Aparte de los ejemplos que he
citado, algunos de los cuales son bastante recientes, ¿conoces algún espacio de
tu la ciudad que ilustre los principios planteados por Sitte? O bien, ¿quieres
aprovechar esta fecha para recomendarnos alguna lectura imprescindible?