martes, 23 de abril de 2013

Construcción de ciudades según principios artísticos

Éste es uno de mis libros de cabecera. Si su contenido os despertara la curiosidad, podéis encontrar algunos ejemplares en la Biblioteca Central de la Universidad Politécnica de Valencia / Carlos Izquierdo García.

Me considero un lector apasionado, así que con motivo del día del libro quiero recomendaros la lectura de una publicación imprescindible para los amantes del urbanismo, así como para quienes deseen descubrir por qué les maravilla deambular por el centro histórico de su ciudad. Es un ensayo fácil de leer y lleno de contenido, que me ha llevado a mirar el entorno arquitectónico en que me muevo desde un nuevo punto de vista.

Se trata de Construcción de ciudades según principios artísticos, una obra de Camillo Sitte que vio la luz en 1889 en Viena y que Emilio Canosa tradujo al castellano en 1926. Se puede encontrar el facsímil de la versión española dentro del libro Camillo Sitte y el nacimiento del urbanismo moderno, de George R. Collins y Christiane C. Collins, editado por Gustavo Gili en 1980.

A pesar de que ha llovido mucho desde que salió por primera vez de las imprentas, la mayor parte de su contenido sigue siendo válido actualmente. Su autor opinaba que el ejemplo de las ciudades del pasado era instructivo debido a las ideas que tenían sus habitantes sobre el arte de vivir. Por eso, en esta publicación Sitte analizaba algunas antiguas ciudades europeas bien conservadas desde la época preindustrial y consideradas bellas por todos, con el fin de deducir una serie de principios capaces de poner fin a la pobreza y aridez de la planificación urbana de su tiempo. Para él, el urbanismo no era un mero problema técnico, sino un arte que había de llegar al corazón. Estaba enamorado de las urbes históricas, entre las que su predilecta era Venecia. Yo, como leo muy rápido, donde ponía Venecia entendí Valencia, así que a continuación expondré algunas de las conclusiones obtenidas por el austríaco, ilustrándolas con ejemplos de mi localidad ;)

Teniendo en cuenta la fundación romana de Valencia, es lógico que responda al modelo de las ciudades del Sur de Europa que Sitte analizó y calificó como herederas de las disposiciones urbanas de la antigüedad. Comparte con dichas urbes el deseo de reunir los edificios más relevantes en ciertos puntos principales, que servían de marco para las fiestas públicas y que estaban adornados con fuentes, monumentos y estatuas. También tiene en común con ellas la distinción entre la plaza principal, que en la ciudad del Turia estaba ubicada sobre el antiguo foro y era continuadora de su tradición, y, por otra parte, la plaza del mercado. En Valencia el espacio principal aglutinaba el centro religioso, así como el civil y estaba comunicado con el corazón comercial a través de un vial coincidente con el decumano romano: la calle Caballeros.

La plaza de la Virgen fue la más importante de Valencia siglos atrás. Era el centro religioso y civil, al recaer en la misma la catedral y la Casa de la Ciudad, que se alzaba sobre el jardín visible a la derecha de esta foto / Carlos Izquierdo García.

Al hablar sobre las plazas del mercado típicas de la Europa meridional, Sitte decía que era habitual que contaran con una fuente. Ese detalle también se cumplía en el corazón comercial de Valencia, aunque dicha fuente ahora refresque el paseo de la Alameda. El autor austríaco se lamentaba de que estos espacios urbanos, en donde los vendedores montaban sus puestos, estuvieran perdiendo parte de su carácter al encerrar el trasiego de los comerciantes "en las jaulas de edificios cubiertos" / Carlos Izquierdo García.

En cuanto a las plazas, este autor defiende que los viandantes no se suelen encontrar a gusto en las gigantescas plazas abiertas de los barrios nuevos, a su juicio más parecidas a explanadas para ejercicios militares que a espacios urbanos. Además, denuncia que sus enormes dimensiones ridiculizan a las edificaciones que las flanquean y dejan en evidencia a los monumentos que las decoran. En su lugar, los transeúntes prefieren los espacios urbanos de escala más reducida, donde pueden caminar tranquilos y a resguardo. De la observación de las ciudades preindustriales, concluyó que los antiguos lograron que las plazas fueran confortables evitando el cruce de dos calles en cada ángulo, un principio que daba lugar a una disposición de calles afluyentes en forma de turbina, consiguiendo una mayor continuidad en los frentes recayentes a la plaza y reforzando el carácter cerrado del espacio urbano. En Valencia hay buenos ejemplos de estas plazas tradicionales, como son la plaza de Conde de Carlet, la del Correo Viejo, la del Dramaturgo Fausto Hernández Casajuana, la del Milacre del Mocadoret o la del Negrito.

Tres agradables plazas del casco antiguo. Como se aprecia, rara es la ocasión en la que se cruzan dos calles en los ángulos de estos espacios urbanos tradicionales / Carlos Izquierdo García.

Plaza Conde de Carlet, una plaza cerrada cuya fuente se ubica allí donde no supone un impedimento para el tráfico / Carlos Izquierdo García.

La plaza del Correo Viejo, mi favorita por ser un remanso de tranquilidad a pocos metros de la ajetreada calle Caballeros / Carlos Izquierdo García.

La plaza Milacre del Mocadoret es un caso modélico de plaza con sus calles y su pasaje afluyentes en turbina / Carlos Izquierdo García.

La plaza del Negrito, otro recoleto espacio urbano situado a un paso de la calle Caballeros / Carlos Izquierdo García.

Considerando la relación que se establece entre los espacios urbanos y sus edificios dominantes, él dedujo que había dos tipos de plaza: las de profundidad y las de anchura. En el primer caso, el inmueble principal se desarrolla principalmente en altura y ocupa uno de los lados menores de la plaza. En la segunda situación, la construcción más importante tiene una fachada apaisada y se ubica en uno de los frentes mayores recayentes al espacio urbano. Hay veces en las que una misma plaza con dos edificios relevantes puede ser simultáneamente de profundidad respecto a uno de ellos y de anchura en relación al otro. Un buen ejemplo de estos espacios urbanos mixtos es la plaza del Colegio del Patriarca, que es de profundidad respecto al campanario del seminario y de anchura respecto a la universidad.

En la plaza del Colegio del Patriarca contrastan la verticalidad marcada por el campanario del seminario y la horizontalidad de la amplia fachada universitaria / Carlos Izquierdo García.

La marcada irregularidad de esta plaza queda bastante disimulada al ver este espacio en vivo / Carlos Izquierdo García.

Camillo Sitte admiraba el talento con el que nuestros predecesores combinaban varias plazas. En el libro describe, fascinado, la relación que se establece en Venecia entre la piazza di San Marco y la Piazzetta. Salvando las distancias, en Valencia también existe una magistral conexión entre el ensanchamiento de la calle Palau en su llegada a la catedral y la plaza del Arzobispo. El encanto de este cruce está en que la dilatación de la calle Palau actúa simultáneamente como plaza de profundidad del cimborrio de la catedral y como plaza de anchura del Palacio Arzobispal, mientras que la plaza del Arzobispo es claramente de profundidad respecto al edificio señorial que alberga el Museo de la Ciudad y también de profundidad en relación a la portada del Palacio Arzobispal.

Esta es la acertada conexión entre la calle Palau y la plaza del Arzobispo. La belleza de ese primer espacio urbano radica en el desarrollo horizontal de la fachada del Palacio Arzobispal, cuyo contrapunto es la verticalidad del cimborrio de la catedral / Carlos Izquierdo García.

La plaza del Arzobispo es de profundidad por partida doble. Además, es un buen ejemplo de otro de los principios planteados por Sitte: la irregularidad de las viejas plazas solo se nota en el plano y pasa inadvertida en el natural / Carlos Izquierdo García.

Respecto a los templos, Sitte señala que en el Sur del continente, salvando las catedrales, no se solían emplazar aislados en el centro de algún espacio urbano, sino más bien adosadas a otros edificios, empotradas en alguna manzana, de tal manera que se generaba una plaza amplia e interesante delante de la puerta principal. En ocasiones, los espacios vacíos hoy día existentes junto a los templos son el resultado de la supresión de los cementerios parroquiales, que en el pasado eran zonas no edificadas que ofrecían buenos puntos de vista de los templos. Según el austríaco, la posición adosada de las iglesias respondía a criterios perspectivos y económicos: por una parte se conseguía un espacio análogo a la escena de los teatros, donde poder retroceder para contemplar la fachada, que ocupaba el fondo; y por otro lado suponía un ahorro a la hora de construir y decorar las fachadas, ya que al estar el templo incrustado, tenía menos frentes que ejecutar. Para apoyar su teoría, este autor sacó una estadística sobre la situación de las iglesias en Roma, una urbe muy representativa dada la colección de templos que reúne. Los resultados fueron muy reveladores: de las 255 iglesias que existían, sólo 6 se encontraban exentas. El emplazamiento empotrado también era común en Valencia, donde las iglesias se situaban mayoritariamente en esquina, realzando su carácter monumental, o, en menor medida, separadas del vértice pero con fachada a la calle más importante.

Santa Úrsula, una iglesia en esquina que gozaba de gran visibilidad desde la calle que discurría junto a la muralla / Carlos Izquierdo García.

La iglesia de la Santísima Cruz era un buen ejemplo de los templos con fachada recayente al espacio urbano más importante. Actualmente se trata de una iglesia en esquina, pues se demolió un inmueble que se adosaba a ella por su derecha y que cerraba la plaza que preside. Es una experiencia agradable llegar allí por la calle Palma, cuyo fondo de perspectiva es su monumental fachada retablo / Carlos Izquierdo García.

También se posicionó Camillo Sitte contra la moda del momento de aislar los monumentos con el pretexto de realzarlos, pues a su parecer esta práctica desvirtuaba la visión de las obras creadas por los maestros antiguos. Un ejemplo desafortunado de esta práctica en nuestra ciudad sería el esponjamiento en torno a la catedral, conseguido mediante el ensanchamiento de la plaza de la Reina (que eliminaba la perspectiva de la portada barroca desde la calle Zaragoza y cambiaba la percepción de la catedral, empequeñeciéndola), la ampliación de la plaza de la Virgen, la demolición de los edificios adosados a la seo en la calle Miguelete y la reciente creación de la plaza de la Almoina sobre un solar antiguamente edificado.

La plaza de la Reina, en su dimensión actual, así como la plaza de la Almoina, son fruto de las operaciones de esponjamiento llevadas a cabo en torno a la catedral / Carlos Izquierdo García.

Otro de los principios artísticos que admiraba Sitte era el efecto perspectivo de cerrar el fondo de las arterias con obras de carácter monumental. Este recurso también está presente en el centro histórico de Valencia, en algunos ejes como la desembocadura de la calle Caballeros en la plaza de la Virgen, la calle Comedias o la calle de la Paz.

En esta zona existen dos impresionantes perspectivas, que tienen como fondos el campanario de Santa Catalina y la torre de Santo Tomás y San Felipe Neri. Este segundo templo es un ejemplo perfecto de iglesia adosada y en esquina, mientras que el espacio urbano que lo precede es una plaza en turbina casi de libro. No he destacado las demás iglesias existentes en este entorno, para facilitar la lectura del plano / Carlos Izquierdo García.

Exquisitos efectos perspectivos en las desembocaduras de la calle Caballeros, de la calle Comedias y de la calle de la Paz / Carlos Izquierdo García.

Una idea extendida con la que Sitte deseaba acabar, era que el mejor emplazamiento posible para los monumentos y fuentes era el centro de la plaza. Él defendía que esa era una de las ubicaciones posibles, pero no la única y, normalmente, tampoco la mejor. Se mostraba más partidario de enclavarlas como se hacía tradicionalmente: en los lugares libres del tránsito, que solían estar próximos a los bordes de dichos espacios urbanos. Un ejemplo del emplazamiento desfavorable de esculturas en Valencia es el monumento a Vinatea, situado en un punto más o menos central de la plaza del Ayuntamiento. En medio de ese espacio urbano tan inmenso, la estatua queda totalmente ninguneada, a pesar de tener un tamaño bastante superior al natural. La ausencia de un fondo no favorece en absoluto su contemplación y tampoco el hecho de que esté encarada hacia los conductores que diariamente la bordean apresurados, pues hace que dé la espalda a los transeúntes que deseen detenerse a homenajear al personaje. Y es que no hace falta más que ver la escala de la plaza para darse cuenta del grandioso tamaño que ha de tener cualquier escultura que se ubique en su centro y que aspire a resultar acorde a la misma. Exagerando bastante, diría que la plantà del monumento fallero de la plaza del Ayuntamiento nos permite imaginar de qué dimensiones estamos hablando.

La escultura a Vinatea preside la plaza del Ayuntamiento. A pesar de eso, me atrevería a decir que prácticamente los únicos valencianos que saben a quién recuerda, son aquellos que han esperado a sus pies a que comience alguna mascletà / Carlos Izquierdo García.

El monumento a Cervantes me parece un ejemplo acertado de ubicación de una escultura. Se encuentra frente a un grupo escolar dedicado al escritor y su visión es adecuada, porque goza de un fondo que realza la figura / Carlos Izquierdo García.

Esto son algunas de las conclusiones a las que llegó Sitte en su ensayo. Aparte de los ejemplos que he citado, algunos de los cuales son bastante recientes, ¿conoces algún espacio de tu la ciudad que ilustre los principios planteados por Sitte? O bien, ¿quieres aprovechar esta fecha para recomendarnos alguna lectura imprescindible?

miércoles, 3 de abril de 2013

¿Mar o montaña?

En esta foto decimonónica de Valencia se aprecia que, aunque era muy exagerado llamarla "la ciudad de las mil torres", sí que descollaban sobre su caserío infinidad de campanarios, liderados por el de la catedral / Jean Laurent (archivo Ruiz Vernacci).


Panorámica de Sagunto en el siglo XIX, rematada por su impresionante castillo / Jean Laurent (archivo Ruiz Vernacci).

Hace años, cuando estaba aprendiendo valenciano, cayó entre mis manos un libro titulado Introducció a un país, escrito en 1980 por Joan Francesc Mira i Casterà. Es una publicación divulgativa como cualquiera, pero entre los múltiples temas que abarca, dedica unas páginas a los modelos de asentamiento de nuestros pueblos y ciudades, así como a la silueta urbana de los mismos. Cuando lo leí, el planteamiento que hace respecto a este asunto me pareció muy acertado y, con el paso del tiempo, he podido comprobar que se ajusta bastante a la realidad.

El autor propone dos tipos de asentamientos principales, que engloban la mayoría de los municipios de nuestra comunidad, aunque no sean los únicos patrones, ni todos los núcleos respondan estrictamente a sus características. Son los siguientes:

- Un conjunto de poblaciones situadas en llanura y fundadas en un importante cruce de caminos algunas veces, a lo largo de una vía muy transitada en otras ocasiones, en lugares susceptibles de convertirse en importantes mercados comarcales en algún caso, en puntos que controlan zonas agrícolas muy feraces, o en sitios bien ubicados para colonizar y poner en producción un amplio terreno baldío. Dentro de este grupo hay que distinguir entre los pueblos que, a pesar de emplazarse en un llano, tienen un casco antiguo irregular, formado por un laberíntico entramado de calles (de posible herencia musulmana), y aquellos cuyo centro histórico es regular, con una plaza central y calles rectilíneas y paralelas (un trazado de origen romano o fruto de la aplicación de la planta hipodámica en torno al siglo XIII). Aunque los núcleos urbanos se asientan sobre una planicie, en algunos casos existe alguna pequeña colina dentro del término municipal, una elevación en la que normalmente se ubica algún santuario, ermita o calvario, como La Muntanyeta de Alberic, La Muntanyeta de Sant Salvador en Alzira o La Muntanyeta dels Sants de Sueca. Seguidamente menciono algunos ejemplos de otros municipios que responden a este tipo de asentamiento, cuyos nombres son enlaces a imágenes de los mismos: Betxí, Bonrepòs i Mirambell, Burjassot, Burriana, Castellón de la Plana, Elche, Nules (y su pedanía Mascarell), Tavernes Blanques, Valencia y Vila-real.

Silueta urbana de Alberic. Entre los bloques, a la derecha, apenas sobresale el campanario de la iglesia de San Lorenzo Mártir, mientras que a la izquierda se aprecia parte de la vegetación de La Muntanyeta y el remate de su ermita de Santa Bárbara / Carlos Izquierdo García.


Vista de Bonrepòs i Mirambell, en cuyo skyline sobresale el esbelto campanario de la iglesia / Carlos Izquierdo García.


Imagen de Carpesa, una pedanía de Valencia en l'Horta Nord, cuyo paisaje también está presidido por una torre / Carlos Izquierdo García.


Panorámica de Tavernes Blanques, un municipio que nació flanqueando la Vía Augusta. En estas localidades del llano, aparte de los hitos religiosos que protagonizan el paisaje desde antiguo, suelen destacar los depósitos elevados y las torres de telecomunicaciones / Carlos Izquierdo García.

- Otro grupo de poblaciones son las dotadas de una acrópolis o ciudadela dominante, que controla el curso de un río, un paso, un puerto natural o cualquier otro enclave relevante desde el punto de vista estratégico. A grandes rasgos, la estructura urbana de estas localidades suele estar formada por una parte antigua elevada (ya sea el castillo, la catedral, la iglesia, el núcleo primitivo...) y normalmente fortificada, una zona intermedia medieval o moderna que se adapta a la falda del montículo, así como un ensanche en abanico o círculo sobre la zona más baja y plana. En algunos casos, esta disposición pudo ser adoptada, aparte de por razones defensivas, para ubicar el núcleo urbano en una ladera con orientación propicia, aunque poco productiva, y destinar los fértiles terrenos del llano a la producción agrícola. A continuación doy algunos ejemplos de municipios que responden a este modelo de asentamiento, cuyos nombres son links a fotografías de los mismos: Alicante, Almenara, Ares del Maestrat, Banyeres de Mariola, Biar, Borriol, Castalla, Dénia, Xàtiva, Jérica, La Vilavella, Montesa, Morella, Onda, Oropesa del Mar, Peñíscola, Sagunto, Sax y Villena.

El impresionante paisaje de Ares del Maestrat, cuyo castillo en ruinas se alza sobre la atalaya natural que supone la muela / Carlos Izquierdo García.


Si he de elegir entre mar o montaña, me quedo con un destinos como Dénia, que tiene lo mejor de ambos / archivo Loty.


Vista decimonónica de Xàtiva, cuyo castillo siglos atrás vigiló la Vía Augusta y más tarde fortificó el paso natural desde Castilla hacia la capital del Reino de Valencia / Jean Laurent (archivo Ruiz Vernacci).


Vista de Villena en el siglo XIX, una ciudad situada en una encrucijada de caminos. Se desarrolló principalmente en torno al Castillo de la Atalaya, permitiendo el cultivo de su vega / Jean Laurent.

Cuando leí acerca de esta sencilla clasificación, lo que más me fascinó es que estos dos sistemas abarcaran la mayoría de municipios valencianos. Con el tiempo, me he ido explicando el porqué de esta dicotomía, que es la dualidad geográfica de nuestro territorio: planas litorales por una parte, e interior montañoso por otro lado.

Ahora que conoces este par de modelos, cuéntame, ¿a qué grupo pertenece tu localidad?

viernes, 29 de marzo de 2013

Arreglos o doseles


Arreglos en la Semana Santa Marinera de Valencia: Jesús ante las mujeres de Jerusalén (calle de la Reina, 209), María Santísima de las Angustias (calle Espadán, 6) y Santísimo Cristo de los Afligidos (calle José Benlliure, 74). Como se ve en el primer caso, a veces junto al arreglo hay un espacio con sillas donde los visitantes pueden sentarse para conversar o rezar / Carlos Izquierdo García.

2013 es el segundo año que paso la Semana Santa por tierras valencianas. Como ocurre en el resto del país, aquí las expresiones cristianas toman los pueblos y ciudades, exteriorizándose en lugares en donde la mayoría del año permanecen ausentes. Durante estos días, estamos acostumbrados a ver muestras de fervor católico incluso en los hogares, cuyos balcones se engalanan, o ante cuyas fachadas se disponen hileras de sillas flanqueando las calles, de tal manera que los vecinos pueden contemplar sentados el paso de las comitivas. Pero mi intención con esta entrada es hacerme eco de otra manifestación religiosa en el ámbito doméstico: los arreglos o doseles.

Algunos arreglos de Alberic: Oración de Jesús en el Huerto (calle Azorín), Ecce-homo (calle Pintor Sorolla) y Cristo en la Columna (calle Ausiàs March). En la primera imagen se adivina a la derecha el estandarte de la cofradía, un elemento identificativo de la hermandad, que prácticamente siempre forma parte de la decoración del arreglo / Carlos Izquierdo García.

Más arreglos de Alberic: Jesús Nazareno (calle Arcipreste Ferrandis), Cristo de la Fe (avenida la Glorieta) y Virgen de la Soledad (calle Colón). En el arreglo de la izquierda se ha conseguido un cierto dramatismo focalizando la luz en la cara del Cristo y dejando el resto de la escena en penumbra. El recurso del tenebrismo es recurrente en la ambientación de los pasos / Carlos Izquierdo García.

Esta curiosa tradición se extiende principalmente por la comarca de la Ribera Alta (Alberic, Alzira, Algemesí, Benifaió, Tous), aunque también está presente en otros puntos de nuestra geografía (como la propia ciudad de Valencia). A falta de documentos escritos que lo corroboren, parece ser que la costumbre data del siglo XVII y que tuvo origen en Alberic. Todo indica que por entonces, en dicho municipio las imágenes religiosas no se guardaban en el interior de la iglesia, sino que eran los propios cofrades quienes custodiaban los pasos procesionales durante todo el año en algunos espacios de sus viviendas, adornados especialmente para hospedarlos.

A partir de ahí arrancó la tradición de los arreglos, que bajo la denominación de doseles fue extendiéndose a los pueblos vecinos, a la par que se hacía más compleja y elaborada. Las primeras ornamentaciones, que combinaban los mejores paños de la casa y flores, con el tiempo evolucionaron hasta decorados con un mayor realismo, alto nivel de detalle, arquitecturas efímeras, vegetación real, rocas auténticas, iluminación, movimientos mecanizados, a lo que se han sumado recientemente las nuevas tecnologías para crear un verdadero espectáculo visual y sonoro. Gracias a los anteriores recursos, se transforma el espacio doméstico de partida hasta que ofrece un marco perfecto en el que emplazar la imagen religiosa, completándose así una escena de la vida, pasión o muerte de Jesús.


Los pasos así ambientados se exhibían al público hasta el día de hoy, pudiendo ser visitados durante unas horas cada jornada. La mayoría de estas escenografías se montan en estancias amplias, pertenecientes a la planta baja de una casa, del local de alguna cofradía o hermandad, o incluso de un casal fallero. Como dichos espacios suelen estar contiguos a la calle, sus portones o ventanas se mantienen abiertos de par en par durante el tiempo de exposición, lo que crea la sensación de que los arreglos son capillas recayentes a la vía pública.

En estas vistas desde la calle, queda patente que los arreglos parecen capillas abiertas al exterior. En el Cabañal la mayor parte de los locales que albergan arreglos son reconocibles por tener en su fachada una cruz iluminada / Carlos Izquierdo García.

Los arreglos de Alberic suelen montarse de tal manera que el espectador puede verlos desde la calle a través del alguno de los vanos de la fachada, o bien adentrándose en el local donde se exponen / Carlos Izquierdo García.

El método de elección del inmueble donde cada año se realizará el dosel varía dependiendo de la hermandad: en algunas se hace mediante sorteo entre los miembros interesados, mientras que en otras se asigna directamente a algún cofrade que se haya ofrecido voluntariamente a montarlo en su vivienda.

En Alzira, estas instalaciones se conocen como doseles y desde 1963 se organiza un concurso anual para galardonar a las creaciones más destacadas, teniendo muy en cuenta el mensaje que transmiten a la hora de valorarlas. En la web que indico a continuación, pulsando VER PREMIADOS en la columna de la izquierda, se puede contemplar una galería de imágenes de los doseles premiados en las últimas ediciones del certamen alcireño: 

¿Existe en tu municipio esta tradición, o alguna otra costumbre singular y típica de estas fechas?

miércoles, 20 de marzo de 2013

Casas de escalerilla o escaletes

Fachadas de las escaletes en: plaza Navarros, 4; calle Balmes, 15; calle Pintor Fillol, 1; calle Alta, 30; y calle Sant Miquel, 5 / Carlos Izquierdo García.

Los últimos días del invierno y los primeros de primavera son jornadas ventosas en la capital del Turia. Hace poco vimos desmoronarse algunos monumentos falleros debido al empuje de Eolo y pronto contemplaremos a los niños disfrutando con las cometas durante la Pascua. Ahora que el viento arrecia, os propongo que dejemos atrás la ciudad nueva, las calles rectas de sus barrios regulares y sus plazas abiertas, los espacios en los que Camillo Sitte decía que se forman los más hermosos torbellinos de polvo. Mejor nos adentremos en el casco antiguo de Valencia, donde el soplo del aire no causa molestia alguna, ya que la trama urbana atenúa la fuerza del vendaval que pasa sobre los tejados.

En el abigarrado laberinto callejero del centro histórico es donde se encuentra la tipología edificatoria de la que hoy quería hablaros, un modelo de casa de vecindad sin ninguna pretensión estilística: las casa de escalerilla o escaleta. Estas construcciones populares empezaron a generalizarse en el siglo XVII y se consolidaron definitivamente en el XVIII, ante la acuciante necesidad de densificar la ciudad intramuros para dar cobijo al creciente número de personas que llegaron. En las arterias secundarias del tejido histórico es donde abundaban y todavía permanecen algunos de estos inmuebles plurifamiliares, erigidos sobre reducidísimos solares y destinados al alquiler. Las viviendas pequeñas, oscuras y deficientemente ventiladas que los forman, solían estar ocupados por las clases trabajadoras más humildes.

Frentes de las casas de escalerilla situadas en: calle Baja, 7 y 15; así como en calle Pintor Domingo, 6,14 y 16. Estas viviendas proliferan en viales secundarios y estrechos, que obligan a realizar fotomontajes forzados para obtener vistas de la totalidad de sus fachadas / Carlos Izquierdo García. 

Las casa de escalerilla estaba formada por la planta baja más un número no fijo de pisos, de tal manera que el bajo se destinaba a obrador y gozaba de un portón independiente, mientras que cada una de las plantas solía corresponder con una vivienda. Además de la entrada al taller, en la fachada se abría otra puerta menor tras la cual, sin zaguán ni zona intermedia, arrancaba una escalera empinada que ascendía hasta los hogares. De esta manera los espacios comunes del bloque se reducían al mínimo posible: la caja de la escalera y la azotea (donde se tendía la ropa en aquellos edificios no rematados por cubierta inclinada).

Planta y axonometría de una escaleta tipo publicados en el libro Historia de Valencia, obra de varios autores que fue editada por el periódico Levante y la Universidad de Valencia en 1999. Algunas casas de escalerilla responden casi a la perfección al dibujo, como las ubicadas en: calle Ángel Custodio, 5; calle Quart, 9; y plaza Lope de Vega, 11 / Carlos Izquierdo García.

A finales del siglo XVIII, Orellana describe este tipo de inmueble como: "aquella casa, que no teniendo zaguán, tiene por lo común tan limitado terreno, que desde la misma puerta de la calle comienza la escalera angosta para subir... y aunque antiguamente ésta era en figura espiral o forma circular, enroscándose para arriba a modo de caracol, ya de muchos años a esta parte... se han dado a fabricarlas sobre plano en quadro, llamándoselas de esta forma escaleras a la castellana".

Antes de que los bloques contaran con energía eléctrica, la anella o aldaba hacía las veces de llamador y el montante enrejado de la puerta, así como las pequeñas ventanas situadas en la vertical de la entrada, iluminaban la caja de escalera. Estos tres ejemplos se encuentran en las escaletas de: calle Carniceros, 20 y Baja, 15 / Carlos Izquierdo García.
Exteriormente es muy sencillo reconocer la escaleta: es un edificio de fachada estrecha; en sus bajo se abren al menos dos entradas de diferente dimensión; la menor de sus puertas cuenta a veces con una aldaba y casi siempre con un montante enrejado que ilumina el arranque de la escalera; en la vertical de la puerta pequeña se alinean una serie de ventanas que dan luz a la escalera en cada nivel y a través de cuyos huecos se puede ver la escalera desde la calle; si tiene cubierta transitable, el remate de la fachada se produce a dos niveles, pues el casetón de la escalera sobresale más allá del último piso habitado.

Casa de escalerilla situada en el número 23 de la calle Triador. Según el catastro, se construyó en el año 1900 y sus viviendas son de 65 metros cuadrados. Como se ve, inmediatamente tras franquear la puerta se llega a una escalera tabicada con peldañeado de baldosas y mamperlanes de madera. Su primer tramo se ensancha, rematándose con un escalón de arranque redondo, sobre el que se yergue un pilarote metálico, dando comienzo a una barandilla metálica con barrotes de fundición / Carlos Izquierdo García.

Como se ha comentado, la puerta que daba paso a la escalerilla solía contar con una anella o con una aldaba de hierro fundido en forma de mano cerrada agarrando una bola. Antes de la existencia de los porteros eléctricos, con dicho llamador se golpeaba la puerta un número de veces equivalente al piso al que se quisiera subir. Los vecinos de la vivienda oportuna, desde el descansillo de la escalera correspondiente a su planta, podían abrir la puerta de la calle tirando de una cuerda que descendía por el hueco de la escalera y que, tras pasar por una polea, accionaba el pasador.

El ilustre sainetero valenciano Eduardo Escalante, que vivió algunos años de su vida en una casa de escalerilla, ambientó varias creaciones suyas en este tipo de edificios. Quizá la historia que transcurre en uno de ellos y que más destaca en su producción es La escaleta del dimoni (1874). En ciertos fragmentos de dicha pieza, el autor dejó constancia del curioso sistema que se utilizaba para tocar y abrir la puerta. Por ejemplo, en la escena X los vecinos escuchan cómo alguien llama a la puerta de la calle, cuentan los aldabazos y especulan sobre quién vendrá:
"Nasia¿Toquen baix? (Oyense los golpes de la aldaba).
Rafel. Sí: dos, tres, cuatre; (Contando los golpes) en la habitació de Blaya.
Nasia. ¿Será el novio? (Llegando a la puerta del foro).
RafelVeches.
Barbereta¿Cuántes? (Asomando a la ventana y desapareciendo luego).
Nasia. Es baix, en casa la Rulla.
Rafel¡Escudriñaores!".

Cuerda atada a la barandilla del descansillo del segundo piso de la calle Triador, 23. Desde dicho rellano, los inquilinos de la vivienda de esa planta todavía hoy tiran de la cuerda para abrir la puerta de la calle, evitándose la molestia de bajar dos pisos / Carlos Izquierdo García.

Polea situada sobre la entrada del número 23 de la calle Triador, gracias a la cual la cuerda que desciende por el hueco de la escalera acciona el pasador de la puerta / Carlos Izquierdo García.

También en la escena V del mencionado sainete se hace referencia a las cuerdas con las que, desde cada planta, abrían la puerta de la calle:
"D. Chaume¡Home, dígali a eixe músic que no mos uide el servell! Escolte: aváns que m'olvide, cuant s'en vacha tanque be la porta de la escaleta.
QuicoEixos chics del cueter que viu dalt, tenen el gust de tallar tots el cordells. ¡Son el dimoni! A Don Santos... repare si es pensament: li han mort el gat, ¿pero cóm? nugantli a rabo un cuet aixina".

Por desgracia ya no se conserva ninguna de las escaletes que la pluma de Escalante hizo famosas. Junto a ellas, han ido desapareciendo otras casas de escalerilla menos célebres, cuya demolición ha dado paso a solares vacíos o a nuevas construcciones con mejores condiciones de habitabilidad.